Mensajes para el Corazón

Menpalcor viene de MENsajes PAra eL CORazón, esa gran obra que me permitió crear un puente entre los corazones. Hoy en día el blog se ha convertido en un torrente de pensamientos diversos: bienvenido a raftear!!

15 enero 2006

Post-juicios o Pre-juicios

Cuando llegaba a ese camarín, deseaba no encontrarme con Roberto, el guarda-ropero y cuidador del lugar. Era un tipo de aspecto humilde, siempre presto a pasarte la percha con que colgar las ropas, y a devolvertela cuando llegabas empapado de la piscina al vestuario, e incluso atento para despedirse con una cordial sonrisa de "vuelva" cuando ya me iba para casa. Hasta tenía un aspecto de intelectual cuando lo veía leyendo libros en días que penaban las ánimas en el vestuario. Era hasta enfermizo para secar el suelo del vestuario, y eso era precisamente lo que no soportaba de él, lo que posaba una gran sombra de duda entre todas las virtudes de este trabajador.
Cuando llegaba y me desvestía, siempre llegaba él con su escobillón a secar el suelo. Y cuando salía de la ducha pilucho ahí estaba de nuevo. Mucha coincidencia, tanta que mi sospecha fue aumentando, hasta creer que era un perfecto maricón y mirón por vocación. Que sentimiento tan agrio, pensar que en ese pérdido vestuario teníamos a un depravado haciendo de su oficio su perversión. Además comencé a darme cuenta que sus ojos siempre estaban rojizos, de ese color que se identifica al que ha pecado en exceso.
No lo podía soportar, y no disimulaba mi molestia cuando entraba al vestuario a lo que se suponía era secar el suelo, descubriéndo mis intimidades sólo cuando estaba seguro que había salido del mismo.
Bien, una semana desapareció del lugar y pregunté por él: "pidió la semana libre para operarse", fue la respuesta. Pensé, pobre hombre, uno nunca puede desear la maldad para los demás, por ello que cuando llegó de vuelta al trabajo inquirí sobre su operación. Me contestó que le operaron de los ojos y que ahora estaba mucho mejor.
Puta, pensé para mis adentros, como pude ser tan morboso y pensar que, este gallo que apenas podía ver, tan sólo se esforzaba en leer, ayudar a los bañistas y dejar pulcro el suelo. La verdad que me sentí muy mal ese día mientras nadaba.
Ya de vuelta al vestuario Roberto se apareció de nuevo, como de costumbre. Esta vez lo miré con humanidad y le pregunté más sobre su operación, como en señal de arrepentimiento de mis malos pensamientos. Me contestó que su problema no era de visión, sino que tenía unas verrugas en el interior de los parpados que con el roce le producía un lloro, lo cual le incomodaba.
Puta, pensé otra vez, tuve que rehacer mi juicio de nuevo. O sea que el gallo estaba bien de la vista, y que al menos esa operación haría que su mirada de vicio estuviera exenta de la virulencia de esas gotas de cocodrilo...
Me relaje, me vestí y me fui a casa pensando sobre si era mejor tener juicios, prejuicios o post-juicios...