Varios comentarios me han hecho ya, respecto a la foto que aparece en la portada del libro Mensajes para el Corazón - Los Otros, en los que se me llama la atención por colocar a dos niñas besándose... Generalmente reacciono riéndome ante tal apreciación, pues éstas niñas son mis hijas cuando tenían 2 y 4 años, en esa época ingenua y cándida, de naturalidad, jolgorio y alegría. Río también por compasión, al quedarse estas personas en una visión tan sesgada y retrograda, cuando podrían alardear de la frescura de ese beso, que transmite inocencia, vivacidad, felicidad y amor, ideales que ilustran el contenido de las páginas del mismo libro. Por otra parte es cierto y reconozco que, recorriendo varios niveles de interpretación, se trata de dos feminas que se están dando un beso en la boca, demostrando de esa forma un querer más firme y sólido que cuando se da un beso tímido en la mejilla. También pienso la sociedad que hemos construido, que se basa en nuestra individualidad y desconfianza en los demás, la que nos hace seres más solitarios, menos enriquecidos socialmente y más tristes al fin y al cabo. Por ello, cuando encuentro un hombre y una mujer besándose en la calle me alegro, es bueno para el mundo ese amor. Y de la misma forma es bueno si fueran dos mujeres o dos hombres, porque, aunque no comparta tales comportamientos, sé para mí que eso le hace más mejor a este mundo, y reduce las distancias entre la indiferencia, la tolerancia y la soledad. Por ello, a todos les dedico la siguiente historia, para que tengamos siempre una visión sana, positiva y exenta de prejuicios:
CHARCOS DE BARRO
Por los ojos de un niño
Cuando veo “dientes de león”, veo flores dañinas invadiendo mi jardín. Mis hijos ven flores para su madre y soplan el algodón blanco pensando en un deseo.
Cuando veo un viejo mendigo que me sonrie, veo una persona sucia que probablemente quiere dinero y me aparto. Mis hijos ven a alguie sonreir y le devuelven la sonrisa.
Cuando oigo una música, me gusta. Pero no sé cantar y no tengo ritmo; entonces me siento y escucho. Mis hijos sienten el ritmo y bailan. Cantan y si no saben la letra, crean la suya propia.
Cuando siento un viento fuerte en mi rostro, me esfuerzo contra él. Siento que me desordena el cabello y me empuja hacia atrás cuando intento caminar. Mis hijos cierran los ojos, abren los brazos, y vuelan con él, hasta que se caen de la risa al suelo.
Cuando rezo, digo “concedeme esto y aquello otro...” Mis hijos dicen “Hola Dios, te agradezco por mis juguetes y mis amigos. Por favor, mantenme lejos de los malos sueños esta noche. Todavía no quiero ir al cielo, sentiría falta de mi madre y de mi padre.”
Cuando miro un charco de barro y me doy vuelta, veo zapatos enbarrados y alfombra sucias. Mis hijos se sientan en el barro. Ven represas para construir, rios para cruzar y animalitos para jugar.
Yo sólo queria saber si los hijos nos fueron dados para enseñarles o para aprender de ellos...
Le recomiendo que aprecie las pequeñas cosas de la vida, porque un día podrá mirar hacia atrás y descubrir que eran grandes cosas.